La vida cristiana

 

Creemos y testificamos que las Santas Escrituras enseñan que el creyente, aunque vive en el mundo no es del mundo, puesto que es peregrino hacia el cielo. Consecuentemente, no “ama al mundo ni las cosas que están en el mundo” (1ª Juan 2:15-17). Ser peregrino en la tierra significa que el creyente evitará vivir en placeres mundanos contrarios a la fe que profesa. Como su cuerpo es templo del Espíritu Santo (1ª Corintios 6:19-20; 2ª Corintios 6:16), el cristiano no permitirá que cualquier hábito o vicio, lo cual es pecado, destruya este templo sagrado.